viernes, 25 de enero de 2008

el regreso a mi tierra mexica(na)

después de cinco años de vivir en españa, el duende y yo volvíamos a nuestra tierra. el subidón del final de la aventura autoficcional (léase defensa de la tesis) se fue diluyendo entre las lágrimas de despedida. ansiábamos volver a méxico, pero nuestros amigos se habían convertido en una familia adoptiva así que no fue fácil asumir que dejaríamos de compartir con ellos nuestra vida cotidiana.



en fin, el caso es que el 22 de noviembre (día
del cumpleaños de mi papá) un taxi llegó a recogernos a casa de veru (que amabilísimamente nos prestó su casita el último mes de nuestra estancia en madrid) para llevarnos al aeropuerto.
la casita de veru está en una calle angosta. el taxi se paró para que pudiéramos subir las maletas. otros coches empezaron a llegar. la neurosis se apoderó de los humanos que tenían que esperar a que nuestro taxi estuviera listo
para partir. apenas hubo tiempo de abrazar a nootka. el chofer del taxi cerró las puertas. emprendimos el camino de regreso.
en el aeropuerto apenas podíamos creer que no volveríamos al aeropuerto de barajas, al menos durante un buen tiempo.

nos subimos al avión y fue hasta ahí que nos percatamos de los lugares que nos habían asignado. justo en la sección del centro del avión y con un agradable jovenzuelo en la fila de atrás que no dejó pasar más de diez minutos sin patear mi respaldo. ni hablar.
air europa es una opción barata pero se nota demasiado que ahorran en todo lo que pueden: los asientos son incomodísimos, el avión está sucio, la comida es espantosa, el aire acondicionado te despeina el flequillo...
hicimos escala en cancún y entre el duende y yo tuvimos que trasladar más de cien kilos de equipaje de una terminal del aeropuerto a otra. nuestro vuelo se había cancelado así que, mientras el duende escoltaba nuestras pertenencias, tuve que recorrer varias oficinas y burócratas hasta que, finalmente, nos dieron "autorización" para integrarnos con los pasajeros de otro avión que se dirigía al d.f.
el vuelo cancún-d.f. se retrasó casi dos horas, así que optamos por vegetar en la sala de espera. estaba agotada y me quedé dormida, pero me desperté cuando un policía le pedía al duende que abriéramos nuestro equipaje de mano. no tengo idea de qué cara tendríamos para entonces.
luego nos cambiaron de sala de espera y, en el trayecto, el mismo policía caminó a mi lado mientras me hacía preguntas acerca de nuestro viaje y de nuestro destino.


a las doce de la noche aterrizamos en el aeropuerto de la ciudad de méxico.


el duende y yo fuimos recogiendo nuestro equipaje de la banda, pero faltaba una maleta... la banda se quedó vacía y se detuvo. el aeropuerto estaba a punto de cerrar y a nosotros seguía faltándonos una maleta. con ánimo jovial hicimos el reporte pertinente y tomamos un taxi cuyo chofer, a cambio de llevarnos a casa de mis padres, nos pidió un riñón.

al día siguiente despertamos y nos dirigimos a cuernavaca, donde viven los padres del duende. en el camino nos detuvimos en huitzilac, un pueblito donde la señora anita tiene un restaurante que se llama "el colibrí". ahí comimos maíz y chile como locos; también bebimos pulque de guayaba y nos pusimos muy risueños.

dos días más tarde volvimos a la ciudad de méxico. nos engalanamos y nos fuimos a la boda de unos amigos. fiesta y baile hasta la madrugada.

desvelados, crudos y agotados, el duende y yo amanecimos con una única necesidad: ir al mercado del imán a desayunar. el mercado del imán es un mercado sobre ruedas que se pone los fines de semana y se ubica precisamente afuera del conjunto de edificios donde el duende y yo vivimos antes de ir a españa.
recorrimos el mercado y pronto ubicamos nuestros lugares favoritos para desayunar. nos decidimos por un par de quesadillas, un par de tacos de carnitas (carne de cerdo frita en manteca) y un vuelve a la vida (todo tipo de mariscos con salsa de jitomate, limoncito y salcita)...

con el estómago lleno seguimos paseando por el mercado; yo lloraba de emoción al ver a los marchantes de siempre (los que te atienden en los puestos del mercado) y por la variedad de frutas y verduras que extrañaba tanto.

finalmente habíamos regresado a nuestro lugar de origen.