sábado, 14 de abril de 2007

* éxtasis estéticos

semana santa. una celebración religiosa? me gusta más pensar que se trata de una expresión estética…

cuando era niña dejaba de comer carne los viernes de cuaresma, y por lo general pasaba, en compañía de mi familia, desde el jueves santo hasta el domingo de resurrección en la casa de tepoztlán, un refugio al pie de un cerro que pertenece a mis padres.
cuando era adulta y vivía en méxico, aproveché casi todas las semanas santas para alejarme del mundanal ruido y sumergirme en el mar.
el caso es que nunca me interesé por las procesiones del jueves y viernes santo. sólo en una ocasión fui con el duende, un sábado de gloria, a quemar judas a la colonia jardín balbuena, un barrio popular del centro de la ciudad de méxico.
ahora bien, desde que vivo en españa descubrí que en mi interior habitaba una profunda y morbosa curiosidad por presenciar los desfiles de personas disfrazadas de miembros del kkk (ku-klux-klan), cuyos trajes alardeaban de solemnes colores, combinados con elegancia, y aparecían adornados con escudos fascinantes.
se habla de las procesiones de sevilla, en las cuales la gente distinguida puede pagar mucho dinero para conseguir lugares de primera fila y, en algunos casos, emborracharse a placer para continuar la celebración en el fondo de su corazón.
el año pasado, el duende y yo estuvimos empapándonos de información sobre las actividades con motivo de la semana santa en madrid; veíamos los especiales en la tele, escuchábamos lo que se decía al respecto en el/la radio y permanecíamos atentos a los lugares donde se llevaban a cabo las procesiones.
uno de los reportajes que atesoro en mi memoria, era sobre el cristo pobre, que esa semana santa estrenaría su tercera o cuarta túnica de terciopelo púrpura, bordada con hilos de oro y plata, y adornada con incrustaciones de piedra y concha. todo un lujo.
la tarde del viernes santo de ese mismo año, llamamos al amigo matsusuke, y lo convencimos de que nos acompañara a ver un desfile de disfrazados de seguidores del ku-klux-klan.
salimos a la calle atocha y seguimos la pista de gente congregada, esperando el paso de la procesión, hasta que llegamos a una plaza en el corazón del barrio de la latina.
los tambores anunciaron la aparición del séquito, y pronto vimos desfilar a los participantes; iban vestidos de blanco, con túnicas y sendos gorros picudos, los cuales ostentaban un par de agujeros para que los penitentes pudieran ver por dónde iban. con cierta incomodidad estética, notamos que algunos agujeros eran un poco desproporcionados, pues a través de ellos podría ver no sólo un ser humano, sino hasta una vaca; o sea, que los penitentes parecían fantasmones.
por si fuera poco, el sol calentaba todavía, y las velas de los procesionistas se ladeaban hacia uno y otro lado, provocando riegos y quemaduras, así como también el estrés de un individuo cuya misión era mantener encendidos los cirios. vamos, una gozada pero poco glamour. además, había mucha gente y yo apenas podía ver con claridad los detalles de la procesión. en ese momento, deseé ser una más de los afortunados que tenían la posibilidad de ver la procesión desde los balcones que daban a la plaza.
pasaron unos minutos y el teléfono de matsusuke sonó, unos amigos suyos, con un balcón que da a la calle mayor, estaban esperando el paso de una procesión fabulosa, de pseudo ku-klux-klaneros vestidos de rojo y negro. nos invitaron y corrimos desaforadamente a encontrarnos con pedro y con tania.
el panorama fue un primer éxtasis estético en lo que se refiere a mi experiencia con las celebraciones de semana santa. decenas y decenas de personas vestidas con túnicas rojas, con la cara oculta con un gorro negro y puntiagudo, desfilaban al ritmo de los tambores; algunos, privilegiados, eran los encargados de llevar a cuestas una especie de altar, lleno de flores de colores, velas y telas lujosísimas, donde alcanzaba a verse un hombre crucificado que, a sus pies, podía sentir la respiración de una mujer que lloraba.
los disfrazados continuaron apareciendo detrás de la esquina de la calle mayor, algunos llevaban estandartes o escudos con imágenes de color sangre y oro. y de pronto, una sorpresa más, ahora era el turno de la gente con la cara al descubierto, ataviada con sus mejores galas, las de luto. mujeres de velo y peineta, con medias y zapatos de tacón, vestidas de negro impoluto; hombres igualmente engalanados, pero con largas capas para protegerse de las tempestades.
desde nuestro balcón, fotos y brindis con motivo del placer estético; con tequila, por supuesto.
no viene al caso, pero esa noche matsusuke conoció a sofía.
un año más tarde, matsusuke y sofía están en madrid, el duende en méxico y yo en pontevedra.

la semana santa llegó y las procesiones con ella. carin comparte mi entusiasmo estético, y decidimos apartar la noche del viernes santo para ir a la procesión del silencio en cangas, a cuarenta y cinco minutos de pontevedra.

el jueves carin y yo llevábamos tres días de estudio e intensidad cerebral, salimos de paseo y carin escuchó tambores. seguimos el sonido por los callejones del casco antiguo de pontevedra, y a lo lejos divisé una virgen gigantesca, en la esquina de una iglesia. corrimos como pudimos, tomadas del brazo, y al llegar descubrimos que no era ninguna virgen, sino una gigantesca grúa de color amarillo.

los tambores seguían, así que continuamos la persecución. por fin llegamos a un lugar privilegiado para observar desde la primera fila, y sin empujones, el paso de una procesión.
había gran cantidad de disfrazados, con el conjunto ya conocido de túnica y gorro puntiagudo hasta los hombros, de colores morado y negro. los tambores iban acompañados de toda una banda, entre cuyos instrumentos sobresalían, sin lugar a dudas, las gaitas; orgullosas de su pertenencia al entorno, y gritando con una voz maravillosa. los portadores iban igualmente orgullosos, aunque algo cansados de andar con tanto trabajo en vacaciones.
yo estaba ansiosa por más éxtasis estéticos, así que llevé a la pobre carin de un sitio a otro, a toda prisa, para emborracharme de expresiones artísticas maravillosas. eso es arte contemporáneo!!!
solemnidad aderezada con saludos de los disfrazados hacia el público, entre el cual reconocían a la madre, al padre, a la hermana y a los tíos; a la abuelita no, porque era una de las devotas mujeres que iba caminando cerca del altar en movimiento, formando parte de la valla de protección, que cuidaba que nadie penetrara a donde se ubicaban los del gorro y la túnica.
permanecimos media hora cerca de la iglesia principal, sentadas cómodamente en una barda, viendo a cada una de las procesiones pontevedriles.
nos unimos a la última cofradía; yo llevaba un abrigo rojo y pantalones negros, así que parecía una seguidora más.
justo enfrente de la iglesia, todo el mundo se estacionó, aparcó y permaneció en un lugar estratégico para lo que seguía. un hombre pidió que despejáramos la calle, venía el sentido contrario de todos los procesionistas, incluyendo a sus altares. vale la pena mencionar al de la última cena, porque parecía especialmente cubista.
comenzó la operación retorno, y los diferentes clubes, parroquias o cofradías que formaban la procesión, empezaron a desfilar de nuevo.
en chinga! a toda ostia! pum-pum-pum-pum-pum, iban marchando todos; con ganas de llegar a casa antes de que la cena se enfriara. pum-pum-pum-pum-pum, pasó un grupo que llevaba un altar donde un hombre alado señalaba hacia delante, y un hombre arrodillado, se movía al son que marcaba el dedo del hombre alado; pum-pum-pum-pum-pum, sus cabellos al viento también se balanceaban al ritmo de los tambores, y del dedo, y del hombre alado, y del hombre arrodillado. un éxtasis estético!
agradecí enormemente a carin su guía y su compañía; esto no hubiera podido tener lugar sin su interés y sin su ayuda.
después de que las procesiones se fueron a descansar para estar frescas al día siguiente, carin y yo buscamos un lugar para cenar.
carin me convenció de probar la oreja de un cerdo, y entonces pedimos eso y unas setas al ajillo. también bebimos unas copas de mencía, el vino gallego que siempre me recomienda carin.
el viernes trabajé todo el día en la tesis; carin fue a comer con su hermano y su familia a la playa de o grove, y se quedó atorada durante mucho tiempo en el tráfico. es que muchos vacacionistas conmemoraban la semana santa mirando el mar.

el caso es que a las nueve de la noche carin llegó por mí y salimos montadas en la lupe rumbo a cangas. dejamos a la lupe estacionada, aparcada, junto a la carretera; pasamos por un cajero automático y luego nos adentramos por primera vez, juntas, en las profundidades de cangas.
llegamos a la calle principal, rumbo a la iglesia más importante, al lado de la playa, y supimos que estábamos en el lugar indicado. preguntamos a una mujer policía sobre la procesión y, muy enterada de todo, nos dijo dónde ubicarnos; también nos informó que se trataba del regreso a la iglesia, pero que a las doce de la noche era la procesión del silencio, por lo cual, todavía teníamos muchas posibilidades de experimentar más éxtasis estéticos.

los tambores se acercaron y, una tras otra, las cofradías de la procesión comenzaron a aparecer frente a nuestros ojos. maravilloso; infinidad de colores, de bandas y de géneros musicales, de estilos de confección en la ropa, de escudos, de estandartes… vamos, he perdido para siempre la cuenta de los éxtasis estéticos que experimenté entonces.
bueno, en primer lugar, es de destacar al grupo de los romanos, que aparecieron disfrazados en plan ben-hur. uno súper importante iba de color dorado; otro menos jefe, pero también destacado, de color plateado, y luego el resto, de color rojo. eso sí, todos portaban una brillante armadura de verano y un penacho.

también tuvimos la suerte de presenciar el paso de uno de los altares que más deseaba contemplar, el de la caja de cristal, en cuyo interior puede verse a un hombre que descansa, con los ojos cerrados, después de haber sido azotado, insultado, torturado, traicionado y, finalmente, clavado y muerto en una cruz. el hombre, ahora recostado en la caja, iba vestido con una túnica de terciopelo morado, con hilos de oro y plata, incrustaciones de piedras que brillan, y una corona de espinas.
la verdad es que durante un tiempo hasta se me olvidó que la procesión iba de regreso, porque su ritmo era pausado y no tenía nada que ver con el paso pum-pum-pum-pum-pum de la procesión de pontevedra. aquí había más reglas de etiqueta, la solemnidad no estaba en juego, y el paso era lento y elegante.
terminó el séquito, pasaron todas las combinaciones posibles entre colores nocturnos, entre estandartes y entre personas de diferente complexión.
carin y yo teníamos hambre, así que buscamos un lugar para comer. llegamos a una taberna y el dueño, agobiado, nos preguntó qué queríamos; le respondimos que comer cualquier cosa, y nos dijo que venían unos de la procesión, pero que nos podíamos quedar en la barra.
efectivamente, aparecieron jóvenes y guapos gallegos y gallegas de los alrededores; tenían pactada esa cena desde siempre, pues cada año se pasan por ahí al terminar la procesión del viernes santo. dejaron las gaitas sobre el refrigerador y se ubicaron todos en unas mesas que había en la terraza, a comer bocadillos de jamón, beber agua y, alguno que otro, cerveza.
antes de media noche, carin y yo nos dimos un paseo por el interior de la iglesia principal de cangas; las imágenes eran apabullantes, abrumadoras, arrolladoras. había un hombre de color verde, colgado en una cruz, que sufría mucho, y que hacía que cualquier placer se volviera una verdadera falta de respeto.
salimos de la iglesia, y nos ubicamos en el rincón de un callejón por donde pasaba la procesión del silencio. la luz de los negocios se apagó y los tambores se escucharon; la organización era complicada, así que algunos disfrazados con el traje típico de la celebración, debían avanzar mientras dictaban órdenes.
hasta adelante de una de las cofradías, había una pareja de chavos, de chicos; iban vestidos de blanco, con la cara descubierta, y portaban un estandarte con una cruz. uno le daba instrucciones al otro, que se reía y meneaba el estandarte de un lado al otro.
yo filmaba todo lo que podía y me tropecé al dar un paso hacia atrás; un hombre de la procesión, con el pelo muy relamido y una vela en la mano, me miró con coquetería y me dijo que era la procesión del silencio, y que no podía hacer ruido. los procesionistas seguían detenidos, el teléfono de carin comenzó a sonar y nos fuimos hacia un callejón. terminó la llamada y volvimos a ubicarnos entre el público; la procesión avanzó y volvió a detenerse; un hombre me pisó, llevaba el pelo relamido y una vela en la mano, me pidió perdón y me dijo que él me conocía, que me había visto y no se acordaba de dónde. le dije que arriba, cuando me dijo que era la procesión del silencio y que no podía hacer ruido.
la batería de mi cámara se apagó; la procesión comenzó a avanzar de forma desordenada y el viento estaba muy frío. carin y yo dimos por terminada nuestra experiencia extática-estética, y volvimos a casa.

un pajarito me dijo que consideraría congruente que la iglesia defendiera el sexo sado-masoquista a capa y espada…

4 comentarios:

Nootka dijo...

Cariño, no le des más huertas. De verdad. Las cosas son así. Y deja de darle huertas a la cabeza. Hábito de monje. Pera.
Gracias por todo. Ahora sé que hay una pareja muy atuna en Pontevedra. Recuerdos a Huendi.

Anónimo dijo...

jjeejejeejjej la verdad es que estas de lo peor, tanto extasis estetico no puede ser bueno, jajjajaj es que esla ostia y nunca mejor dicho yo me acuerdo de haber hecho representaciones de la semana santa en mi sla, yo hice una vez de la veronica y llegamos a crucificar a uno del pueblo que ademas de parecerse a jesus, estaba muy bueno..madurito pero muy guapo jajajjaja lastima que lo crucificaramos...asi es la vida pa un hippy enrrollado que hubo se lo cargaron y ahora nos queda el kuskus klan de arrepentidos...mirandolo como tu no esta tan mal...pero yo la semana santa me gusta mas junto al mar¡¡¡felicdades por arrancar esta esperiencia sera la caña saber de ti y tus aventuras....espero una fecha para que tu regalo se haga realidad¡¡¡mil besos luciernaga linda¡¡¡shubarkia wanche

luz herrera dijo...

shubarkia wanche! qué emoción que hayas leído todos estas delirantes apreciaciones de la realidad.
gracias, besos y ojalá que sí, que pronto pueda hacer válido mi regalo de aniversario terrestre.

Anónimo dijo...

me parece nefasto que se le permita a aquellos desfilar con vestimentas como las del KKK. Por respeto a la humanidad debería prohibirse...
Falta que la gente se vistiera de oficiales de la SS y a todo el mundo le parezca normal.
horrible.